Desde que
estábamos todos en la escuela todos creíamos que evaluar era aplicar un examen
y entregar una calificación al alumno, un número con el que se decía cuanto
había aprendido durante el ciclo escolar, que era responsabilidad del alumno y
el maestro solamente llevar a cabo este proceso, además de que no había un
cambio en el docente después de observar los resultados obtenidos de dicha
evaluación. En la actualidad ha aumentado el interés en este concepto y/o
proceso al que conocemos como evaluación, ya que todos los participantes del proceso
educativo se dan cuenta de la necesidad de ser evaluado o evaluar, pero al
mismo tiempo con el aumento interés ha venido de la mano una confusión heredada
de confundir el termino evaluación con la calificación o la medición. Por eso
es de suma importancia que todos los participantes adquieran una voluntad
de cambio para poder mutar hacía un nuevo paradigma donde la evaluación no sea
vista como la calificación o un número que se le da al alumno para medir sus
conocimientos.
La evaluación educativa es algo que
ha estado presente de manera permanente en nuestra vida cotidiana y se ha
venido usando desde la antigüedad, no con el mismo nombre o enfoque, pero ha
tenido la misma función que tiene hoy en día, y desde ahí se ha partido como
fuente de la confusión con la aplicación de exámenes o el simple hecho de dar
un numero para medir los conocimientos, que si bien son parte de una evaluación
no es la evaluación en sí.
Desde la antigüedad los profesores
han utilizado implícitamente, para valorar y, sobre todo, diferenciar y
seleccionar a sus estudiantes. Los antecedentes van desde las pruebas que
realizaban en China, hace más de 3 mil años, para elegir a los altos
funcionarios, mientras que en la edad media se introducen exámenes tipo
universitarios. Mucho tiempo después, en el siglo XIX se establecen sistemas nacionales de
educación y aparecen los diplomas de graduación, tras la superación de
exámenes, surge un sistema de exámenes de comprobación de una preparación específica
para satisfacer las necesidades de una nueva sociedad jerárquica y
burocratizada. Después en tiempos más recientes en la década de los 80’s, estados
norteamericanos tenían programas obligatorios de evaluación mediante pruebas
construidas en relación con estándares mínimos de desempeño.
Todos
estos métodos de evaluación fueron surgiendo debido a necesidades de la
sociedad de cada época, que necesitaba individuos mucho más capaces y eficaces
para desempeñar las diversas tareas del respectivo marco histórico. Hoy en día
en la sociedad han surgido nuevas necesidades que deben de ser cubiertas con la
educación de calidad que solo puede darse con un buen Sistema de evaluación que
cumpla con su propósito.
Al establecerse la evaluación
mediante las pruebas que se aplican masivamente y sus resultados, se nos enseñó
que la evaluación era la triste aplicación de exámenes y su medición se basaba
en las calificaciones obtenidas en promedio por los alumnos que realizan dichas
pruebas, sin tener en cuenta el contexto en que se llevaba a cabo cada una de
estas prácticas. Por la errónea utilización de pruebas de rendimiento
estandarizadas tradicionales para evaluar la calidad de las escuelas hay cosas
realmente terribles que están ocurriendo en las escuelas de nuestro país en
estos días. Una es que aspectos importantes del currículo se están haciendo a
un lado, porque no son medidos por las pruebas. Otra es que los niños están
siendo entrenados sin descanso para que dominen el contenido de esas pruebas,
en consecuencia, están comenzando a odiar la escuela. Y una más es que, en
muchos casos, los maestros se dedican a preparar a sus alumnos para las
pruebas, como si todo el ciclo escolar se estuviera estudiando para “pasar” los
exámenes, porque están inflando las calificaciones de los alumnos sin elevar su
competencia en los aspectos que se supone miden las pruebas, dejando un gran
rezago en la educación de los alumnos e incumpliendo el papel de la evaluación
en la educación. “Se
evalúa como se enseña y se enseña cómo se evalúa” Santos,
M. A.
En el
lenguaje de diversos autores existen varios conceptos de “evaluación”, y varía
en cada uno de ellos, pero algo en lo que siempre empatan las variadas
concepciones de estos, es en la del fin de la misma, que es dar un punto de
partida para que la educación mejore y tenga una mayor calidad, claridad pero
sobre todo que pueda potenciar que
todos los alumnos aprendan.
En la escuela primaria muy pocos docentes tenemos
presente el concepto de evaluación y lo que ésta implica a la hora de planear
las clases, e incluso la realizamos como algo que se tiene que realizar aparte
de la planeación. La evaluación en la concepción actual de los maestros en
general supongo que es la de medir el conocimiento del alumno y hasta ahí; pues en mi experiencia eso he observado,
solo realizan o aplican la evaluación hasta el final del proceso y ya, se le da un número al alumno con el que se pretende
hacer saber a padres, directivos y sociedad en general cuanto es lo que el
alumno aprendió en el periodo en el que el docente aplico la evaluación. “La evaluación (tanto la de carácter
funcional como la investigadora) puede ser manejada para servir los intereses
del evaluador ya que éste puede llamar «evaluación» a la operación que desee,
puede evaluar aquello que le interese” Santos, M. A. Este tipo
de evaluación realizada es la que todos usamos porque es la evaluación en la
que hemos estados inmersos a lo largo de nuestra vida escolar, es la más cómoda
tanto para docentes, directivos e incluso alumnos. No requiere un mayor
análisis ni reflexión o mejor dicho no se realiza. Además esta evaluación
permite a los docentes medir de forma
más “precisa” los conocimientos o aprendizaje de los alumnos, cosa totalmente
errónea pues hay cosas que no son posibles de medir tan fácilmente y mucho
menos calificarlas en una escala tan cerrada. «La
asignación de números de una manera mecánica, como es común en los
procedimientos cuantitativos, no garantiza la objetividad». (Cook, 1986).
Con los métodos tradicionalistas de
evaluación se creía que con un examen escrito se podía comprobar que tanta
información o que tan inteligente era una persona individualmente y ese examen
contaba o era el total de la evaluación que se realizaba, sin embargo hoy
sabemos que el examen escrito nos puede permitir saber cuánto aprendió el
alumno y también permite reflexionar sobre el trabajo del maestro y pero solo
es una parte de la evaluación. “El examen
combina las técnicas de la jerarquía que vigile y las de la sanción que
normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar,
clasificar y castigar” M. Foucault. La evaluación siempre ha sido una
herramienta para clasificar, o al menos así la han utilizado los docentes y
autoridades; incluso a nivel mundial con sus pruebas tipo PISA. La evaluación
ha servido para decir quién sabe quién no, quién es inteligente y quién no,
quién trabaja y quién no, consciente o inconscientemente
la evaluación se utiliza para clasificar a los alumnos y peor aún darles un número
que para nada refleja el verdadero conocimiento de los alumno, los niños solo
estudian para pasar exámenes, para hacer el trabajo que el maestro pide y así
poder satisfacer las necesidades del maestro
Antes la evaluación (calificación)
que el alumno obtenía era responsabilidad de él nada más, hoy deben
involucrarse papás, alumnos y maestros para obtener una buena evaluación ,
aunque la realidad de las aulas es otra, en la práctica pasada se realizó junta
de padres de familia para entregar boleta de calificaciones y hablar asuntos relacionados con la
educación de los alumnos, la mitad de los padres asistió, esto habla mal del
compromiso que tienen los padres para con la evaluación de sus hijos, pues si
los papás apoyan a los maestros crean en los alumnos esa responsabilidad de
cumplir en la escuela los resultados van a ser mejores. Además de que ellos
también pueden ser partícipes en el proceso educativo pues así conocen donde
fallan o donde requieren mayor apoyo sus hijos, pero sabemos que
lamentablemente son pocos los padres de familia que en verdad se preocupan por
la educación de sus hijos, la mayoría solo se preocupa por el número que el
maestro asigna. Lo peor de esto que el único culpable de dicha calificación
para muchos padres e incluso maestros es el alumno, es el que reprueba, el que
no trabaja, etc. Todo porque por parte de nosotros como docentes y futuros
docentes no hay una reflexión sobre los muchos o pocos resultados que arroja
nuestra evaluación.
Antes solo se evaluaba los
conocimientos de los alumnos y hoy en día se toman en cuenta muchos factores
importantes como son las habilidades, destrezas, valores, etc. que nos hablan
mucho de cómo son nuestros alumnos y de lo que son capaces no solo con
aprendizajes dentro del salón. A pesar de esta nueva concepción de evaluación
que se tiene hoy en día aún existen maestros que insisten en evaluar a los
alumnos simplemente con un examen (conocimientos); maestros que incluso
imparten clases en escuelas formadoras de docentes, estos maestros son los
mismos que causan que los alumnos nos asustemos con palabras como “examen”,
“evaluación”, etc. Pues llevan a la práctica de mala forma el concepto de
evaluación. En la escuela la mayoría de los docentes; si no es que todos,
utilizan el examen como el instrumento principal para llevar a cabo la
evaluación y es al que mayor parte de la calificación le dan. En lo personal
creo que los exámenes sirven para evaluar solo una parte de los conocimientos
del alumno y como tal debe valer lo mismo que el resto de las demás partes,
aunque en mi experiencia no he aplicado este instrumento, yo lo considero bueno
pero la mayoría de los maestros lo explotan de forma desmedida.
El mayor error que cometemos
muchos durante la evaluación es el darle mucho más valor al contenido que el
alumno aprende dentro del aula, existen otra serie de logros que no se
contemplan debidamente en el proceso evaluador: actitudes, destrezas,
hábitos, valores..., estos logros que se dejan fuera del currículo
o del plan o planeación misma que realizamos son a veces más importantes que el
mismo contenido que impartimos y algunos de estos aspectos son muy difíciles de
evaluar pues muchas veces no podemos verlos siendo practicados por el alumno. No
podemos darle mayor peso a los contenidos si primero no conocemos para qué o
qué sería capaz el alumno de hacer con él. Algo que pasa en la práctica es la
sobrecarga de contenidos que tiene el programa de cada asignatura, por lo que
muchos de nosotros por cuestión del tiempo sobrecargamos las clases haciéndolas
tediosas y enfocándose en el contenido, dejando algunas veces de lado cosas más
importantes, ocasionando también una sobrecarga en el trabajo del alumno y
haciendo la escuela para el aún más horrible. También al darle prioridad a los
contenidos nosotros mismos nos cegamos y evaluamos solamente los resultados
directos y pretendidos de cada clase, siendo que el alumno puede aprender
muchas más cosas durante la clase, no tomamos en cuenta los efectos secundarios
que pueda tener la enseñanza de un contenido pues muchas veces se puede desviar
de éste y hablar de algo totalmente diferente que al alumno en realidad
interese y motive y que además le deje algo como aprendizaje, esto se deja de
lado y muchos no elaboramos instrumentos para evaluar este tipo de resultados.
Eisner (1981) dice
que la mayoría de los aprendizajes que realiza el alumno en la escuela no se
hallan programados en el curriculum explícito. Por lo que este tipo de
aprendizajes no se pueden observar a simple vista, hay alumnos que tienen un
alto nivel de conocimientos sobre diversos temas, de los cuales muchos de ellos
no son tocados por el curriculum. Por lo que ese tipo de contenidos quedan en
el limbo y los ignoramos totalmente, en la práctica es difícil conocer los
diferentes conocimientos o aprendizajes ocultos de los alumnos en el corto
periodo de tiempo en el que se asiste al aula. Por lo que durante la evaluación
prácticamente son ignorados estos aprendizajes.
La evaluación como
dijimos para muchos solo significa una calificación y una clasificación de los
alumnos por lo que es natural que la evaluación que realizamos muchos este
basada en la corrección y marcación de errores en los alumnos y en evaluar mayormente
los aspectos negativos, pues es mucho más fácil identificar al niño que no
trabajó, que no hizo el trabajo que al que hizo un esfuerzo, mejoro en algo. Es
difícil dejar de evaluar aspectos negativos cuando no tenemos en mente evaluar
lo positivo.
Otra mala concepción
de la evaluación que tenemos es que sólo sirve para evaluar a las personas
(alumnos, maestros) cuando la evaluación debe de servir para evaluar tanto
materiales, actividades e incluso el mismo curriculum, pero al realizar nuestra
evaluación evaluamos las actitudes, valores, conocimientos, etc. del alumno,
pero dejamos de lado las demás cosas.
La evaluación que actualmente se
realiza en muchas aulas es descontextualizada, se aplican exámenes comprados y
hechos para un tipo de alumnos específicos, con lo cual el maestro no estará
trabajando de acuerdo a las necesidades de un grupo. Para planear debemos
realizar una evaluación diagnostica
para así poder conocer las necesites e intereses del grupo y así poder
contextualizar y adaptar el currículo a los alumnos, cosa que la gran mayoría
de los maestros no hace y peor aún evalúa como todos. La evaluación puede ser
manejada para servir los intereses del evaluador ya que éste puede llamar
“evaluación” a la operación que desee, puede evaluar aquello que le
interese, en las formas y momentos que determine, con los instrumentos que
considere oportunos.
Al evaluar descontextualizadamente,
sin tomar en cuenta varios aspectos y dar prioridad a otros la evaluación se está
haciendo de forma errónea por lo que los instrumentos que utilicemos tienden a
ser importantes dentro de nuestro proyecto de evaluación. Los instrumentos que
propone la actual reforma educativa son muy variados (rubricas, listas de
cotejo, exámenes, etc.). Estos instrumentos muchas veces no son aplicados de la
forma correcta o no utilizamos los adecuados. Se supone que los instrumentos
evaluativos deben d funcionar de la misma forma para todo el alumnado, la gran
mayoría de ellos son generalizadores, pero si nos ponemos a pensar un poco
dejan fuera de la evaluación muchos aspectos que deben ser tomados en cuenta
para realizar una verdadera evaluación. Se dice “el proceso de evaluación es
tan complejo que ha de ser necesariamente evaluado para poder atribuir un
valor”.
A algunos padres de familia no les
importa el cuanto aprendió su hijo,
sino el cuánto sacó fulano, las
comparaciones que se realizan en las escuelas; tanto de alumnos, grupos y
maestros, solo sirven para causar conflictos y desviar la evaluación de su
propósito, es un poco ilógico comprar a alguien que no cuenta con recursos,
habilidades, etc. Con alguien que sí, los alumnos son diferentes por tanto tienen
diferente formas y tiempos para lograr los conocimientos que fulano logro en un
tiempo determinado. Malamente hay maestros y directivos que incluso prefieren
comparar y poner a competir a grupos enteros contra otro grupo.
Muchos maestros utilizan la evaluación
como un arma, e incluso algunos alumnos suelen ser muy reservados por miedo a
sacar una mala evaluación por parte del maestro, pues el hecho de hablar o
comentar algo en clase puede ser motivo para que un maestro se moleste y se las
cobre en la evaluación final bajándole
un punto, etc. La evaluación más que ser una herramienta de mejora en la
educación, ha sido una herramienta de control, amenaza y opresión, los alumnos
tienen miedo de muchos maestros debido que son conocidos por ser estrictos, enojones, etc. Por lo que las actitudes de los alumnos muchas veces
no son las que en realidad son, pues el alumno se comporta de forma pasiva al
estar temiendo a que una mala acción le dé como resultado una mala calificación
(evaluación). La evaluación se utiliza de muchas formas menos para lo que en
realidad es.
Actualmente no estamos acostumbrados
a evaluarnos nosotros mismos, a realizar una autoevaluación, no podemos emitir un juicio que nos permita tomar
una decisión, es algo nuevo para todos nosotros, incluso para alumnos que ya
están inmersos dentro de todo este nuevo sistema es difícil realizar una
autoevaluación, y aún más difícil ponerse una calificación, no les es fácil
valorar que tanto han aprendido o saben, en lo personal considero que es difícil,
pero como todo, trabajándolo puede llegar a ser simple, pero como la mayoría de
los maestros en servicio y formación estuvieron bajo el antiguo sistema muchos
no le damos la importancia debida a la autoevaluación, por lo que debemos
cambiar la concepción de autoevaluación que tenemos y aplicarla, siempre es
bueno un poco de reflexión por parte de los alumnos en cuanto el aprendizaje
logrado desde su perspectiva.
La
evaluación es un elemento fundamental de proceso de enseñanza-aprendizaje, sino
que el más importante, puesto la evaluación brinda la posibilidad de la
transformación del trabajo docente. Lamentablemente los actores de la educación
hoy en día (alumnos, padres, maestros, directivos) tienen una mala concepción
de lo que es la evaluación, dejan de lado aspectos importantes al llevar a cabo
sistemas de evaluación que se usaban en el siglo pasado lo que ocasiona que se
dejen de lado procesos, aspectos y otros elementos de ésta. La evaluación es un
proceso complejo que requiere de un compromiso muy grande por parte de la
persona que la realizara. Algo que sin duda siempre se debe tomar en cuenta, y
en cualquier momento que se realice una evaluación, es saber que puede ayudar a
mejorar la eficacia de la enseñanza-aprendizaje, y eso sin duda es una
herramienta fundamental para el docente para la mejora constante de su trabajo.
La evaluación se debe de dar en todo
momento, pero es algo difícil de hacer al tener a tantos alumnos en un aula,
evaluar tantas y tan diversas actitudes, aprendizajes etc. es algo que no
cualquiera puede realizar de forma eficaz, pero creo que con la práctica, la
utilización de instrumentos evaluativos correctos y acordes a las situaciones
se puede hacer una evaluación que en realidad nos sirva, sobre todo con un
cambio de actitud y pensamiento por parte de los maestros respecto a la
evaluación, que cumpla con su propósito y que nos permita emitir un juicio para
tomar las mejores decisiones que ayuden a que nuestros alumnos tengan un mejor
y mayor acceso a la educación.
REFERENCIAS
§ Escudero T. (2003). Desde
los tests hasta la investigación evaluativa actual. Un siglo, el XX, de intenso
desarrollo de la evaluación en educación. Revista Electrónica de
Investigación y Evaluación Educativa,
§ RELIEVE, 9 (1), 11‐43.
Recuperado de:http://www.uv.es/RELIEVE/v9n1/RELIEVEv9n1_1.pdf
§ Foucault, M. (1977). El
examen. En: Vigilar y Castigar (pp. 189‐198). México: Siglo XXI
Editores.
§ Santos, M. A. (1988).
Patología general de la evaluación educativa. Infancia y Aprendizaje, 41,143‐158.